Que la gente de la prensa son unos histéricos y que su negocio es vender noticias que la gente consume con avidez es algo que todos sabemos. Llevo años oyendo que hay crisis, llevo años oyendo que el precio de los pisos se desploma, y años diciendo que la música rock vuelve a la gente una suicida. Ahora la moda es decir que internet es un sitio muy peligroso, lleno de gente que abusa de niños, de delincuentes y de redes sociales que captan a inocentes jóvenes y los convierten en suicidas. Sinceramente, me da más miedo salir a la calle en Madrid o coger la línea 5 de Metro a las doce de la noche un jueves que conectarme a internet.
El diario
The Daily Mail nos da un extenso reportaje acerca de una oleada de suicidios en la tranquila población de Bridgen, al Sur de Gales. Han sido un total de siete jóvenes, Liam Clark, uno de los suicidas tenía un blog, otros tantos eran usuarios de la red social
Bebo, una de tantas redes sociales que se están haciendo tan populares entre los jóvenes.

Un lector poco avispado podría llegar a una conclusión errónea con cierto planteamiento silogístico: "hubo unos suicidas en un pueblo de Gales que usaban una red social, luego las redes sociales incitan al suicidio". Amigos de la prensa, ya tenéis un titular, y de los que venden.
Las redes sociales son herramientas para conocer personas, te permiten, entre otras cosas, ponerte en contacto con personas de gustos afines, si te interesa la cría intensiva de
Mayate (o escarabajo verde de Junio) seguro que encontrarás a tipos tan raros como tú que tienen la casa llena de terrarios con estos bichos. Y si eres un potencial suicida encontrarás a siniestros fans del suicidio murmurando en un rincón oscuro de un chat. No, el problema no son las redes sociales, tampoco internet, sino los suicidas en sí.
Ahora bien, en mi humilde opinión no estamos hablando de personas con graves transtornos de conducta (aunque Dale Crole, uno de los suicidas, estuvo en una institución estatal para delincuentes juveniles), la mayoría de los tipos que se suicidaron vivían vidas normales, o al menos todo lo normales que los jóvenes de hoy en día viven, muchos de los cuales están obsesionados con ser "triunfitos", ser alguien, ser imitados, recordados, emulados. A algunos les hacía ilusión tener su propio tablón de condolencias como los que tenían algunos de los suicidas y por lo tanto, se dedicaron a ese deporte tan adolescente como es imitar a los demás, en este lamentable caso, suicidándose.
No, internet no es el responsable, ni tampoco las redes sociales.