
Esta mañana he estado trabajando en un despacho del centro de Madrid, tenía que montar un par de programas, uno de ellos es un cambio de versión monopuesto a red, y el otro hay que convertir los datos de un programa de la competencia. Todo el proceso implicaba labores muy sencillas (copiar datos a discos duros externos, volcarlo al servidor, etc...). Como el tema de redes no me quiero meter (no nos dedicamos a eso, y como toque una red TODO lo que ocurra de malo en esa red pasará a ser mi culpa automáticamente) siempre tengo al lado al administrador de la red.
Los administradores de redes son, como en todas las profesiones, una raza aparte, en mi magra experiencia he encontrado distintas personalidades, desde el tipo sombrío (vamos, que está hasta las mismas narices de clientes caprichosos y listillos) hasta entusiastas felices de la tecnología. Con el que estuve trabajando hoy era de ese segundo grupo, un tipo que era puro entusiasmo (coleta, rubio, vaqueros y camiseta, gafas de diseño). Además de trabajar estuvimos hablando de tecnología, redes, ordenadores, el Windows Vista ¡y Linux!, el tipo acababa de descubrir Linux y ya era todo un experto (a años luz de un servidor). La verdad que lo pasé genial.

Hoy en día las redes locales están presentes en todos lados, por pequeño que sea el despacho o la oficina (aunque sea una ONG minúscula), todos tienen su pequeña red local, y por supuesto, junto a ella la figura omnipotente del administrador. Eso sí, los despachos en los que me muevo son hegemonía de Microsoft, no verás servidores de otro tipo. Lo que estoy esperando, y deseando ver aún más es ver en un despacho de Madrid, no un servidor con Windows 2003, sino con Debian. Eso sí que sería una auténtica pasada.