Post Thinkpad mobile. Relato.
La directiva UE-98AZ_sdG-2048 sobre seguridad informática y protección, establece que los equipos de procesamiento informático de todo ámbito deben cumplir con los protocolos de seguridad, claves autorizadas, chips regulados y empresas certificadas, por lo que todos los equipos producidos con fecha anterior a la norma deben ser retirados salvo sanciones e incluso penas de privación de libertad. La Unión Europea ha cerrado acuerdos con los principales fabricantes.
Los nuevos equipos eran basura. Eso era lo que pensaba Caleb y sus amigos. Basura capada, intervenida, limitada, controlada. Ahora a los PC los llamaban consolas, y lo eran, porque eran jaulas de oro, muy bonitas, muy elegantes, muy divertidas, pero no eran más que cárceles informáticas donde no tenías el control de tu equipo, sólo podías instalar aplicaciones desde la tienda de aplicaciones certificada, no podías acceder al código fuente del sistema operativo, cosa que ya ocurría con lo SO comerciales, pero lo irritante es que no podías desactivar el chip de crifrado y seguridad. Qué hacía ese chip, nadie lo sabía, pero todos sospechaban era una puerta trasera como una casa. Y lo peor NO PODÍAS INSTALAR LINUX, ni ningún otro sistema operativo. En el caso de los Intel nuevos sólo podías instalar Microsoft, y en el caso de los ARM de Apple sólo el sistema de ellos, cualquier intento transformaría tu equipo en un trasto inútil. Pero eso sí, eran futuristas, escritorios de ciencia ficción, parques de atracciones cerrados para turistas. La informática había desaparecido tal como la conocimos, una maldita pesadilla distópica. Pero nadie parecía protestar, nadie se llevaba las manos a la cabeza por la pérdida de libertad que TODOS habían sufrido, ¡hasta los chinos tenían la libertad de instalar cualquier Linux!
Los únicos que parecían darse cuenta del verdadero peligro eran Caleb y sus amigos. Por eso ellos montaban sus propios equipos, aprovechando la basura informática que había inundado el mercado negro. Habían comprado de todo, procesadores, placas base, módulos de RAM, gráficas, SSD, todo a precio de saldo. Habían acumulado componentes y se los intercambiaban entre ellos. Con todo era mucha la gente que se había quedado con sus viejos equipos en un cajón, o empresas con trasteros llenos de servidores, portátiles y discos, todos acumulando polvo. También habían surgido impresoras de placas base a un precio contenido, como una cuarta parte de un salario mínimo. Podían crear una placa que tuviera varios procesadores y aprovechar todo lo que había.
De esa manera Caleb había montado un potente sobremesa, un servidor doméstico con un rack de 14 unidades, y dos computadores portátiles Thinkpad que eran sus tesoros. Un X1 Carbon, y un T14. La lástima era que no los podía usar en público, o al menos en ciertos lugares, o podría meterse en líos, algún histérico podría alertar a la policía de un terrorista usando equipos prohibidos y que planeaba ejecutar un atentado. Eran malos tiempo para los hackers y los amantes de la libertad.
Él y sus amigos se conectaban a redes clandestinas que corrían sobre la Internet oficial. Gracias a su propio cifrado, se movían en el mundo oficial, compartían código, jugaban online a viejos juegos, y se comunicaban entre ellos, porque usaban protocolos que sólo ellos conocían. Así que al menos había quedado un reducto clandestino de libertad. El problema es que la presión era cada vez mayor, y los castigos cada vez más severos, por lo que su comunidad de amigos no crecía, ya no se fiaban de nadie.
Para la sociedad ellos no existían, sólo eran unos bichos raros obsesionados con tecnología obsoleta, como si fueran Amish que prefieren ir en una calesa tirada por caballos. Nadie les entendía: ¿qué tiene de interesante un equipo de los principios de Internet que no tiene visores de RV? todos esos equipos son cafeteras con luces, nada más" le decía a Caleb su amiga Tatiana. Lo que ellos no entendían es que su amor por los equipos obsoletos no era un gusto por lo retro, era una cruzada por la libertad, por la independencia, por evitar ser los títeres de empresas de tecnología que fabrican trampas para robar nuestros datos, vendernos, manipularnos. "Antes éramos ingenieros, los dueños de nuestra tecnología, ahora somos niños jugando con cuentas de colores y espejos, nos quieren idiotas, ignorantes e inmaduros". No, no era un tema de tecnologia, era un tema de principios.