8/12/16

Chromebook como único dispositivo (relato)

Escrito el 9 de Diciembre de 2016 como acto de procastinación. Redactado desde mi Chromebook Asus, conectado por Hdmi al monitor Benq y usando un adaptador usb para el teclado y ratón inalámbricos Logitech. La música que usé para redactar este micro relato es de la emisora online “Smooth Velvet Radio”: http://www.radionomy.com/es/radio/smoothvelvetradio/index , escuchada con los auriculares de diadema Senheisser que se me caen a cachos. Sorprendido por el buen rendimiento del equipo, lo poco que ocupa, estando cerrado, sin hacer ruido.


ASUS sacó el modelo de Chromebook con los prometedores procesadores Intel Cell. Yo siempre había sido de comprar lo último, pero esos procesadores de bajo costo recibían por igual críticas y elogios. “Algo tan barato no puede ofrecerte la misma calidad que los procesadores de 200 dólares”, “el rendimiento que ofrecen está optimizado, tiene poco consumo y mueve las aplicaciones como los procesadores más caros”.
No sabía qué pensar, así que al final me decidí a hacer un pequeño desembolso. Comencé a usarlo por curiosidad, me sorprendió lo bien que iba, pero pronto me aburrí y lo dejé en un cajón junto con los demás equipos. Así estuvo cuatro meses, cuatro meses en los que no hice ningún intento de venderlo, la verdad, algo en mí me decía que me arrepentiría de venderlo.

Un día, de esos en los que no sabes que hacer, lo saqué del cajón, la batería estaba tan agotada que tuve que conectarlo para poder encenderlo. En menos de dos segundos estaba en pie y listo para hacer lo que le pidiera. Me dio por conectarlo al monitor que usaba en mis despacho, vía Hdmi, me pregunté si me reconocería el teclado inalámbrico (con pincho usb), lo reconoció sin problema. Le puse mis auriculares y cuando me di cuenta pasaron dos horas en las que estuve navegando, respondiendo correos, blogueando y tomando notas para un podcast. Me quité los auriculares, ¿qué había pasado?. Sí, Chrome OS era muy limitado como sistema operativo, pero…. la cantidad de cosas que se podían hacer eran realmente muchas. De hecho, casi todas.

Al día siguiente tuve que salir para un viaje largo, no me apetecía nada hacer ese viaje de trabajo, casi sin pensarlo metí en mi mochila el Chromebook, “bueno, que sea lo que tenga que ser, pensé, al menos no me costará moverlo”. Mi destino era Qattar, un vuelo largo, con transbordo. Todo para hacer una inspección de un centro de datos, despedir a un empleado que sobrevolaba el concepto de vago, y básicamente hacer cosas que podia hacer remotamente, pero mis jefes se habían empeñado en que fuera.
Las cosas se pusieron molestas porque perdí mi enlace en Berlín, una fuerte nevada (decían) había obligado a cancelar los vuelos. Menos mal que en mi mochila tenía utensilios de aseo y mudas de ropa limpia. La compañía no se hacía cargo de nuestro alojamiento al no ser una cancelación causada por ellos. Fuí a una de las cabinas de ducha del aeropuerto donde me aseé y luego pagué por una habitación cápsula, idénticas a las de los hoteles japoneses. Estaba muy cansado, me quité los pantalones, dejé la mochila a un lado y el Chromebook cargando (estaba al 58%, pero siempre me gusta tenerlo al 100%) y me dormí muy profundamente. Demasiado profundamente.

Desperté seis horas después, alertado por el increíble silencio que había. Es como si se hubieran ido todos. Realmente me desperté sobresaltado. Abrí una mirilla de mi cápsula, no vi nada, ni a nadie. Era muy extraño. Abrí el Chromebook y me conecté a la red del aeropuerto, una red de 1 Gbps (ya podíamos aprender en España), lo que leí me dejó sobresaltado.

TROPAS RUSAS SE HACEN CON EL CONTROL DEL AEROPUERTO PRINCIPAL DE BERLÍN.

¡Una guerra con Rusia!, aquello no tenía sentido. Eché otro vistazo, no había nadie.

ESTADO DE ALERTA MÁXIMO EN LA UNIÓN EUROPEA POR EL ATAQUE DE LA FEDERACIÓN RUSA A LA CAPITAL DE LA ALEMANIA.

Volví a mirar. No había nadie, ni siquiera movimiento. Conecté los auriculares, las noticias daban la misma absurda información, pero ¡yo no escuchaba disparos ni nada!. Estuve durante un tiempo que me parecieron minutos toda esa basura sobre el ataque de Rusia. Cuando miré el reloj del Chromebook vi que habían pasado dos horas, me dolía la espalda de la posición, y lo que era peor, necesitaba orinar con urgencia o rompería aguas allí mismo.


No era una opción, tenía que ir al baño. Así que me vestí, llevando encima los pocos enseres que me acompañaban y activando el modo sigilo fui a uno de los baños. Lo poco que ve de la terminal en la que estaba es que no había nadie. Una vez dentro del baño coloqué la señal de que estaban limpiando el baño, con la esperanza de que si alguien armado iba a merodear que dejara pasar el aseo.
Acostumbrado a dudar de todo lo que la prensa decía, opté por no creer la versión oficial y ver por mí mismo lo que estaba pasando. Pero antes de eso decidí mandar un correo a mis familiares explicándoles mi situación. Escribí el correo sentado sobre la taza del váter, bebí agua, respiré hondo y decidí explorar mi entorno.