
Cuando salió el N97 los devotos fans del N95 (entre los que me encuentro) mirábamos con cierto deseo ese terminal. En el fondo un N95 evolucionado, con teclado, una mejor pantalla, un sistema operativo con Widgets muy atractivos.
Poco le falto a más de uno para comprarlo.
Tras el N97 salió Android. Y fué cuando empezamos a ver qué es un sistema operativo con centenares, miles de aplicaciones, y en perfecta integración con internet. Con Android prácticamente dejé de ir de un lado a otro de mi casa con el Netbook. Ahora miro correos, veo vídeos de Youtube desde la cama, navego, y de forma más cómoda que con el Medion (con el que tengo que hacer apaños con las almohadas para encontrar una postura medianamente cómoda).
Llegó el N900, y con él el N97 pasó al rincón oscuro. Sí, sigue siendo un magnífico smartphone de la factoría Nokia, pero Linux ha llegado a los terminales móviles y ha llegado para quedarse, quien lo iba a decir.
Ahora comparamos el N97 con el N900, vemos que el precio es muy similar, pero que la distancia que separa a ambos es abismal, y esa distancia no tiene que ver necesariamente con el hardware, sino con el software y la creciente comunidad de desarrolladores de Nokia. Ya están produciendo cantidad de programas, y no sólo ellos sino las grandes casas de software.
N97 tuvo su momento, si Nokia quisiera impulsarlo sólo tendría que hacer una cosa: bajar 200 Euros su precio, cosa que dudo que haga, y si no lo hace con el N97 que bajen el precio del N97 mini (con el que sólo distan cien euros de diferencia).