5/12/20

Mensajero en un mundo Cyberpunk

 Acompañando a TitusClan el repartidor Cyberpunk



Es una noche fría. Hacía tiempo que no hacía tanto frío en Madrid, supongo que será cosa del cambio climático. Pero se nota. Tengo la costumbre de salir a recoger a mi esposa. Entro en mi Dacia y coloco toda la tecnología, la Dashcam, el Note 10, el cargador. Ya veo a los repartidores, jóvenes con chándal, chaqueta de motorista y un móvil del que sale un cable que entra en el bolsillo izquierdo, donde seguro que llevan una batería para alimentar su larga jornada laboral. Hiper conexión, pantallas lanzando pedidos, servidores calculando rutas. Y mientras, el frío clavándose cada vez más profundo en las piernas. 

Estos nuevos empleos hacen que la oficina de estos trabajadores móviles esté en la palma de la mano. La comunicación con el cliente se realiza a través de una llamada que reciben, canalizada por un servidor de Voip. Su trabajo es puntuado por el cliente, quien a veces castiga al repartidor por la demora del restaurante en preparar el pedido, o por la saturación de pedidos en días tan fríos como el de hoy.

No los veo con envidia. Pero pongo en Twitch a Titus Clan, un repartidor streamer quien comparte en esta red social su día a día, se le nota en la voz que el frío le azota y que la nariz le gotea. Sin embargo siempre tiene ánimo, charla con su audiencia, y el sistema lee en voz alta los mensajes de sus seguidores. Saco el portátil y me pongo a escribir mientras lo escucho de fondo, he conseguido aparcar en doble fila, justo detrás de un SUV Volkswagen enorme, cuyas luces de posición lo iluminan todo.

Titus ha recogido un pedido rápido, el sistema le dice que tardará menos de un minuto en moto. Un jóven le para en la calle y le pregunta en inglés dónde puede comprar cigarrillos, Titus le responde y le da conversación. Ahora mismo está trabajando con varias empresas de comida a domicilio, Uber Eats, Glovo. Es el cuarto pedido de la noche, son las 22:41. Titus charla, “bien, me gusta esta zona porque es muy tranquila”. Twitch nos informa de cual es la marca de su moto, una Hyusung de segunda mano que conduce con prudencia: “a la gente le gusta correr, voy a dejar pasar a este, que tiene un peligro”. Mientras recorre las calles del norte de Madrid Google Maps. SanChinarro, Arturo Soria, la ciudad es un mapa circulatorio y Titus es un glóbulo rojo. Un veloz glóbulo rojo.

Veo a Titus siempre que puedo. Me gusta su rutina, para en una tienda de un chino a comprar una bebida energética o un café. Su rutina termina en una gasolinera, siempre la misma, para repostar y dejar el depósito lleno antes de la siguiente jornada. Sin duda hay gente que tiene el carisma suficiente para que cualquier cosa que haga parezca interesante, Titus para a recoger un pedido, charla con otro repartidor que está esperando el pedido, su desconocido compañero va en camiseta: “tío, estás loquísimo, con el frío que hace vas en camiseta” pero luego se da cuenta: “ah claro, vas en coche, ahora lo entiendo, con calefacción, así cualquiera tío”.

La tablet que Titus lleva es una Huawei Mediapad. Buena pantalla, con 4G, buena batería. Media pantalla está ocupada por el chat de Twitch, la otra media con la aplicación de pedidos.

“Dentro de 100 metros, en la rotonda, toma la segunda salida”. La moto ilumina una rotonda, delante un turismo de color negro. Parece mentira que esté yo aquí, en mi Dacia, mirando en mi móvil las aventuras de este streamer. Hace unos años no hubiera soñado con ser testigo de algo así.

Al Macbook Air le queda un 26% de batería. El habitáculo del coche empieza a calentarse, no lo suelo hacer, pero he dejado el motor al ralentí. Afuera hace mucho frío. Cuando llegue mi mujer quitará la calefacción, la pobre viene sofocada del calor con el que tienen todo el hospital, así que, aunque me molesta, no digo nada, bastante tiene con mantener la cordura tras ocho hora corriendo para intentar mantener con vida a sus pacientes.

Aunque ni me acerco a Titus, puedo sentirme identificado con él, y no es porque Titus sea un creador de contenidos, sino por el frío. En el pasado yo he sufrido verdaderas calamidades visitando clientes y empresas. Recuerdo siendo un novato visitar una empresa de Aranjuez, cuando salí del tren la nieve llenaba todos los caminos, no había taxis, tampoco estaba el autobús, así que me subí el cuello del abrigo y recorrí el precioso bulevar que separa la estación de la ciudad. Cuando llevaba unos cuantos metros un viento helado se puso a lanzar nieve a un lado. Tenía medio cuerpo con nieve pegada. Por esa época yo llevaba un maletín, no, no llevaba portátil, y un lado del maletín estaba con dos centímetros de nieve. Ese es sólo uno de los episodios que recuerdo. Dejadme que os cuente otra batallita. Una noche volvía de Illescas, Toledo. Los que sois de Toledo sabéis el frío que puede llegar a hacer en Toledo. La parada de autobús era cualquier cosa menos un refugio del frío. Estaba de pie, con la temperatura bajando cada minuto, y el viento colándose dentro de mis huesos. Tenía el culo helado, sentía la lengua helada dentro de mi boca. Encima, fui tan idiota que compré un billete de ida y vuelta con una empresa que apenas tenía horarios de vuelta. Estuve casi una hora esperando. Para distraerme saqué la Tablet y por Torrent me puse a descargar episodios de “Hijos de la anarquía”. La conexión iba bien, creo que tenía como tres episodios descargándose a buen ritmo. Cuando llego el bus y la puerta se abrió, el calor que salía de su interior casi me hace llorar. Cuando entré fui consciente del frío que tenía. Busqué un sitio libre, todo el mundo estaba en silencio, absorto en sus propios teléfonos. Me acomodé lo mejor que pude, y me dispuse a ver la serie, pero el calor tan agradable hizo que me entrara un profundo sopor. No fui capaz de ver un sólo minuto, me quedé medio dormido, agradecido por entrar en calor. Hubiera querido que el trayecto hasta Plaza Elíptica hubiera durado más, para así poder volver a la vida. 

Esos días en los que pasaba tanto frío, cuando llegaba a casa el agotamiento era total. El frío me dejaba como si hubiera corrido tres maratones. Sigo mirando a Titus “Siga a la derecha hacia calle de Isabel Coltrá” dice Google. Parece que mi mujer se está retrasando. Mi móvil está compartiendo internet de mi tarifa ilimitada de datos con el portátil. El personal del hospital ya está saliendo y entrando en los coches que pasaban a recogerlos. Me llama mucho la atención que haya sanitarios que fumen. Nadie mejor que ellos saben lo que es la agónica muerte de un fumador. Pero aun así deciden fumar con ansias nada más cruzan las puertas de salida del hospital.

Titus está acelerando “dentro de seiscientos metros mantente a la derecha”, oigo el aire y Titus se queja del frío. Dice que no sería mala idea llevar el pijama por dentro. Cuando llegué a Madrid en el año 96 el frío era muchísimo más intenso, algunos días cuando salía a trabajar fuera llevaba el pijama debajo de mi elegante traje de representante de una empresa. 

Ahora mismo soy el único coche que está esperando. Todo el personal salió. Doy gracias a Dios por la mujer que tengo. Su sentido de la responsabilidad hace que muchos días salga más tarde de trabajar.

Volvemos a casa, acompañados de coches VTC y mensajeros en moto. Vemos una limusina extra larga con matrícula VTC, la había visto en otras ocasiones. Ahora sigo escribiendo desde el sobremesa, mientras veo a Titus en otra pantalla. Lo saludé mientras me hacía un Cola-cao, responde: “Converso, de Vidas en red, el mejor podcast de tecnología”. Lo conocí en persona por casualidad, yo salía de una instalación de software y él estaba en plena emisión, de hecho tengo el vídeo en mi canal. Ahora son las 23:13, desde la retransmisión de Titus veo muchísima actividad nocturna. A las doce se aplica el “toque de queda”, espero que la gente sea responsable, pero no tengo muchas esperanzas dado lo visto, en la zona de Ciudad Universitaria se ve muchos jóvenes saliendo. Es descorazonador. 

Ahora Titus está en Glovo market, un supermercado 24 horas, los motoristas- repartidores se agrupan, todos con sus cascos y las pantallas de sus móviles encendidas. El único que está “acompañado” es Titus. Su legión de seguidores estamos con él. 

Parece que la espera en el Glovo market es mayor. Los repartidores están muy callados, así que Titus para animarles pregunta en voz alta: “¿A quien le gusta el queso?” y levanta uno de los guantes que lleva: “venga, es para animaros, que estáis muy callados”. Todos están muertos de frío. Uno de los repartidores va en bici, el tipo va hasta los topes. 

La noche sigue, yo dándole a las teclas, Titus sigue esperando el litro de cerveza que alguien le ha pedido. 


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