
Ajamuk iba a su exámen de historia con un humor terrible, sencillamente no tenía ni idea. En el asiento de al lado de su coche estaban sus apuntes y su querida Blackberry. ¿Había alguna solución?, la única asignatura que faltaba por aprobar era la de Historia.
Una luz estalló en su mente, ¡tenía la solución!, llamó por teléfono a una amiga rezando para que se encontrara disponible en ese momento.
-Eh tío, ¿no estabas en un exámen?- le preguntó ella.
-Bueno, casi, voy al exámen de historia, pero... tía, necesito tu ayuda, es cuestión de vida o muerte.
Su amiga asintió mientras escuchaba el plan de Ajamuk, era muy arriesgado, sobre todo para él, pero era posible. Por un lado no tenía nada que perder, el exámen ya estaba suspendido, además la suerte pertenece a los audaces.
Cuando Ajamuk entró en el aula del exámen hacía lo posible por disimular su nerviosismo, buscó el sitio con mejor ángulo para que el profesor que lo vigilaba tuviera difícil vigilarle y se colocó. En cuanto repartieron las preguntas sacó disimuladamente su Blackberry, no sin antes ponerla en modo silencioso. Abrió la aplicación GoogleTalk y miró la carga de la batería, cerca del 100%, perfecto. Su amiga estaba allí, online. Ajamuk fué dictando en orden de importancia las preguntas del exámen, mientras su amiga asentía. Ahora quedaba lo peor, esperar.

Mientras tanto los sonidos propios de un exámen se sucedían, toses, movimientos nerviosos, el rascar de los bolígrafos sobre el papel, y la mirada de sabueso del profesor que decía "soy capaz de verlo todo, especialmente a los que estáis copiando". Un suave destello de luz en un led anunció la llegada del primer correo electrónico. Su amiga se había ocupado de redactar las respuestas como si ella misma estuviera haciendo el exámen, además, le ponía un enlace de la Wikipedia por si Ajamuk quería ampliar la información.
Con la Blackberry cuidadosamente colocada en una esquina, y leyendo muy despacio, fué anotando las valiosas respuestas. El corazón le latía con tanta fuerza que parecía que iba a reventarle los tímpanos. ¿Le daría tiempo?. Cada mínimo movimiento del profesor le llevaba a ocultar su gadget preferido. Frase a frase fué volcando la información del mundo digital al mundo analógico. Tan concentrado estaba que casi no se dió cuenta cuando terminó. Revisó una vez más las respuestas y le pareció increible tenerlas todas listas. Apagó con disimulo la Blackberry y se acercó a entregar el exámen a su aburrido examinador.
Cuando salió del aula se sentía eufórico, como si hubiera escalado una montaña. Se metió corriendo en el coche, encendió su BB (así la llamaba con cariño, ahora mucho mayor a su BlackBerry) y llamó a su amiga.
-¿Qué?, ¿cómo ha ido?, ¿te han pillado?.
-No tía, para nada, ha ido perfecto ¡genial!, muchas gracias por todo.
Esta historia que os he contado es REAL. Me la contó un buen amigo Ajamuk en una de nuestras conversaciones en la red, mientras me contaba lo mucho que le gustaba su "BB". Y es que las nuevas tecnologías están cambiando no sólo la forma de vivir de muchas personas, sino la forma de copiar en los exámenes, una práctica tan vieja como la humanidad (¿qué pensábais que era la piedra roseta o el código de Hammurabi sino una chuleta para copiar en un exámen?, ¿eh?). Algo tan sencillo como un smartphone conectado a internet tiene muchísimas posibilidades, no sólo posibilidades de ocio, sino de blogging, de productividad, de trabajo, de conocimiento.
Lo curioso con la tecnología es que las empresas nos ofertan los productos, nos dicen cómo tenemos que usarlos, pero al final somos nosotros, los usuarios finales, los que decidimos qué y cómo vamos a usarlos, dándo usos que ni los mismos ingenieros idearon. Eso es lo que hace de las comunidades digitales, grandes comunidades.
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Noestudies.com.